Por: Raúl Barrantes
¡Ah, amigos! La era digital ya está aquí. Aquella feroz disputa entre quienes defendían casi a sangre y fuego todo lo puramente analógico ante el empuje del demonio digital que mucho prometía pero que, sónicamente, poco podía ofrecer contra la electrónica de toda la vida, frente a quienes se adentraban en el proceloso pero repleto de opciones entorno digital menospreciando, a menudo un poco apresuradamente, todo lo que sonara a transistores; aquella disputa, digo, es ya (casi) cosa del pasado. Quedan rescoldos, pero los multi-efectos no son solo ya cosa del presente, sino que, gracias a la mejora de las potencias de procesamiento, unas capacidades de emulación cada vez más sorprendentes y el mimo de muchos fabricantes y desarrolladores apasionados, cada vez están haciéndose más huecos en los equipos de profesionales y aficionados.
Nace así un nuevo debate que puede verse cada vez con mayor frecuencia en foros y conversaciones guitarreras: la cosa no va ya sobre si usas lo digital y que cómo se te ocurre o si no te das cuenta de las ventajas que tiene esto, que no tienes que preocuparte de cablecitos y corrientes… el asunto tiene mucho más que ver con “y cómo usas tú esto o aquello”, “cómo consigues que suene como tu equipo de siempre” o “cómo combinas una cosa con la otra”. Porque sí, de nuevo usamos el “cada vez” para destacar que más y más guitarristas comienzan a adoptar unidades multi-efectos sin renunciar necesariamente a muchos de sus pedales favoritos.
Esta aproximación híbrida, la misma que muchos grandes guitarristas del circuito profesional adoptan, suele responder al apego inquebrantable de muchos por algunos de sus pedales de siempre y el sonido que llevan años sacando de ellos y la necesidad de condensar el resto de efectos más ocasionales. Normalmente, distorsión, overdrive, fuzz suelen ser los del primer grupo, y la modulación, delays, reverbs, un octavador puntual, los del segundo.
Así, no es raro ver guitarristas que buscan formas de integrar un multi-efectos con esos pedales de los que no pueden separarse, buscando disfrutar de lo mejor de ambos mundos. Lo que pasa es que tampoco es extraño ver a muchos complicándose en exceso o tomando decisiones no del todo acertadas. Especialmente si lo que uno busca es facilitarse un poco la vida, aligerar peso, etc. ¿Qué hacer para evitar arrepentimientos?
Elige el multi-efectos adecuado.
O lo que es lo mismo, planifica. Como guitarristas analógicos estamos acostumbrados en mayor o menor medida a vivir al día: uno monta su pedalera, pero jamás deja de adquirir nuevos pedales, que van entrando y saliendo de la misma casi con la misma frecuencia con que uno cambia de cuerdas. Qué digo: ¡mucho más a menudo!
A la hora de hacerse con un multi-efectos, en cambio, y más si uno pretende combinarlo con pedales, es muy importante tener claro para qué lo vamos a usar y cómo queremos hacerlo convivir con los otros efectos.
En cuanto a lo primero, la cuestión monetaria tiene bastante peso. Es decir, si al final del día uno solo usa un par de efectos aquí y allá en contados pasajes del repertorio, es probable que la inversión en un multi-efectos no merezca demasiado la pena frente al puñado de pedales tradicionales. A no ser que lo queramos usar como plataforma para empezar a experimentar claro.
Si uno, en cambio, aunque solo se a base de pinceladas, construye sus sonidos tirando de un amplio repertorio de efectos, el multi-efectos seguramente tendrá sentido al condensar en una misma unidad todas las combinaciones que podamos imaginar. Pero como queremos mantener ese fuzz y ese overdrive como los que no encontramos nada parecido, siguen las preguntas.
El orden de los factores
Lo hemos dicho muchas veces: el orden correcto de los pedales y efectos es siempre aquel que le permita a uno sonar como realmente quiere. Ahora bien, como punto de partida suele ser bastante fiable dejar unidades como pedales de distorsión (fuzz, overdrive, lo que sea) al principio de la cadena, al igual que wahs y pedales de compresión.
Así pues, si tu nuevo y flamante multi-efectos vas a usarlo principalmente para modulación y fuegos de artificio, este debería ir a continuación de aquellos. De hecho, una forma habitual de conectar estas unidades es a través del loop de efectos de tu ampli. Algunos, incluso, podrás conectarlos tanto al frente como en el loop, permitiéndote crear presets en que algunos efectos golpeen el previo y otros actúen entre este y la etapa de potencia… donde tradicionalmente se asegura que suenan mejor delays, reverbs, chorus, etc.
Yendo todavía más allá, varios multi-efectos ofrecen a su vez su propio loop de efectos. A este podremos conectar los pedales analógicos que queramos conservar junto a nuestra unidad digital. Y, en ciertos casos, el sistema nos permitirá situar ese pedal digitalizado en la posición que queramos dentro del preset. Lo mejor de ambos mundos, ya lo decíamos antes.
Corrientes y cables
Por último, ten en cuenta las necesidades eléctricas que vaya a tener tu equipo híbrido. Las unidades multi-efecto suelen requerir bastante “jugo” y suelen llevar su propio transformador de corriente. Regletas o bloques de alimentación versátiles y potentes estarán por tanto a la orden del día.
Un último consejo: no te dejes asustar por el precio de algunos multi-efectos. Sus capacidades pueden muy bien ser más que suficientes (mucho más, de hecho) para las necesidades experimentales de cualquier guitarrista. Y te permitirán sustituir pedaleras gigantescas (y caras) en poco espacio y con opciones para expandir o cambiar rigs completos con un solo pisotón. Ahora bien, plantea bien para qué lo vas a usar: en ocasiones pueden resultar unidades con una curva de aprendizaje importante, aunque cada vez tienden más a ofrecer plataformas muy intuitivas. Pero si con unos pocos pedales de calidad te resulta suficiente, tampoco hace falta que te dejes llevar por el signo de los tiempos.
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